Comencé a pintar.
No me salían mal las primeras pinturas, pero me estaban tan presentes las grandes obras de la historia que yo conocía, que las mías no me podían satisfacer. Y las dejaba sin terminar. Y así durante años. No las firmaba.
Además de los toros,

un tema predilecto era el mundo de los niños, del que tuve la fortuna de vivir «como dios». Los paseos en bici por las calles de mi pueblo, las conversaciones con mi madre, la pesca en nuestros bosques encantados…



Pero también me gustaba recordar otras escenas de mi vida y algunas de las grandes obras de la literatura.





Por supuesto que intentaba captar algo de los paisajes de mi «nuevo» mundo de España.


Pero mis paisajes más ambiciosos llegaron unos años más tarde. Verlos a continuación… Paisajes encantados